Ecología fotográfica

Mire para donde mire, cada día encuentro más y más cámaras de fotos y dispositivos varios tomando instantáneas.. todos mis dispositivos electrónicos están preparados para recibir cientos, miles de imágenes en miles de formatos diferentes. Mi percepción no puede ya abordar y ayudar a construir todas las lógicas que me llevarían a comprender cada momento fotográfico. Parece como si aquello (fotografía) que servía en un momento para preservar la historia y la narrativa de las personas sirviese ahora para sepultarlas en el caos de la homogeneidad… el mismo caos al que me veo yo abocado en no pocas ocasiones ante este ab-uso de imágenes fotográficas.

No hay forma aparente de abordar los problemas que generan tantas imágenes fotográficas… en primer lugar seguimos empeñados en medir las imágenes mediante un logos y unos arquetipos etéreos que con mucho esfuerzo e inversión ha levantado la comunicación comercial de nuestro tiempo; en general se trata de estímulos cortos de gran impacto, del que todos somos partícipes y sustentadores, nos guste más o menos.  Y por si fuera poco, hay otro factor que juega quizá sin saberlo, en esa misma dirección (esa visión generalizada desde la segunda mitad del siglo pasado entre los intelectuales de la imagen): el engaño que se cierne sobre nuestra percepción, sobre todo cuando está basada en fotografías; a saber, nada es real, lo real no existe y todo está inexorablemente relegado a un deleuziano vacío existencial.

Estos axiomas no hacen sino alejar la posibilidad de comprender y asimilar las fotografías en una práctica “sana”, que se pueda fundamentar en primer lugar, en una responsabilidad de consumo y creación. Y es que la fotografía digital inauguró una forma de producción infinita de imágenes, que llevada a una equivalencia alimentaria, nos estaría afectando como una peligrosa tendencia sobrealimentaria, alta en grasas transformadas y pobre en vitaminas necesarias para la vida.

Todos somos conscientes de este problema, de cómo llenamos de imágenes nuestros “muros”, de como consumimos imágenes para comunicar cosas a veces dicen poco o no significan mucho para nosotros, más allá de algunas aspiraciones o construcciones de ese alter ego narcisista que tanto cuidamos. Quizá, de vez en cuando, sería interesante pensar otros cultivos más sanos, que equilibraran nuestro propio bienestar.

Soy de los que se come de vez en cuando un buen pastel.. o dos.. si.. pero al mismo tiempo, disfruto mucho cuidando mi alimentación, descubriendo nuevas formas y conservando aquellas que siguen teniendo sentido para mí. Hago lo mismo con las fotografías, y tanto en mi entorno personal como en los cursos que doy, propongo una dieta de imágenes consciente, saludable y rica en contenidos emocionales.

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