Mi pasión por la fotografía me llevó hace años a colaborar como fotógrafo de interiorismo para agencias y revistas de primera línea nacional. Mis clientes necesitaban que mis fotografías transmitieran las sensaciones y calidades de los espacios y se daba por descontado que un buen fotógrafo manejaba un equipo técnico que le permitiera “narrar con fidelidad” aquello que el lector podía esperar y percibir. Se sobreentendía que llevábamos equipos carísimos y complejos que nos ayudaran con los problemas técnicos derivados de las ópticas: perspectiva, profundidad de campo, color, relación de aspecto de las cosas, etc., y también con el arte del modelaje de las formas con la luz. EL fotógrafo tenía que lidiar con todo esto y vestirlo con conceptos, intenciones arquitectónicas y valores de empresa.
Hoy, con un teléfono y un ojo educado se pueden conseguir imágenes muy decentes, y no he podido resistirme a hacer este mini reportaje del Instituto 8, y así compartir este magnífico espacio de formación e investigación.