Parece que con el año nuevo, todos hacemos un poco de revisión y auto crítica; supongo que con la sana intención de comenzar un nuevo ciclo en “mejores” condiciones.
Yo quería, en medio de esta sociedad tan preocupada, en medio de tanta tensión y crispación, sentarme un memento y escuchar. Escuchar como pasa todo ante mi como si de una carrera de fantasmas se tratara. Tantas preocupaciones… tan cercanas y tan ajenas a uno mismo. Hace unos días un buen amigo mío me explicaba como esta cambiando todo, y lo que para él era importante. Me di cuenta de lo vital que resulta tener una escala de valores. Peores o mejores (supongo según quien los vea), pero al fin y al cabo, un lugar desde el que comenzar a mirar el mundo. Este lugar, esta referencia, aunque no es (no debería) estática, ayuda en medio de esta vorágine de información que nos rodea y vapulea.
En medio de todo, veo lo que sucede con la sociedad de la información como si se tratara de comida rápida (también llamada basura). A veces me siento como una oca criando foie, con un gran embudo en la boca, en el que meten de todo bajo el pretexto de “información”. La verdad, es que al final da la sensación de que solo “quieran tu hígado enfermo”…
Tener unos valores, unas ideas, son una de las pocas soluciones que se me ocurre para afrontar todo este bombardeo de “información”.
Solo desde cierto criterio personal podemos vivir con cierta libertad, y solo viviendo con cierta libertad podemos realmente, saborear y disfrutar de este magnífico mundo que nos rodea. Quizá, solo aquellos que han saboreado el mundo a pequeños sorbos, aquellos que han sido conscientes o aquellos que han tenido el privilegio de dirigir su camino hacia su propia libertad, son aquellos que merecen el respeto y admiración de los que estamos aquí, bregando y agradeciendo la oportunidad que se nos ha dado de caminar por este planeta, que por cierto, ya estaba aquí cuando nosotros llegamos.